Ciudad de México, 17 de noviembre de 2021.- En Diego y yo, Frida Kahlo se pintó con el cabello alrededor del cuello, con lágrimas y Diego Rivera sobre su frente. Una obra que superó un récord para el arte latinoamericano en subastas al venderse, comisiones incluidas, en 34.9 millones de dólares en Sotheby’s de Nueva York, unos 726 millones de pesos.
La marca, que ya queda lejos, la ostentaba el propio Rivera con Los rivales, subastado por Christie’s en 9.8 millones de dólares en 2019, y atrás, otro Kahlo: Dos desnudos en el bosque (La tierra misma), vendido en 8 millones en 2016.
Pero no es la primera vez que Diego y yo imponen un récord: en 1990 se convirtió en la primera obra latinoamericana en rebasar el millón, al ser adquirida en subasta por la galería de Mary-Anne Martin en los Estados Unidos por un millón 439 mil dólares.
Según información de Sotheby’s, adquirió la pieza Eduardo F. Constantini, aunque no fue revelado quién la puso en consigna.
De acuerdo con el crítico James Oles, la subasta del cuadro supone una oportunidad para los coleccionistas interesados en conseguir un autorretrato de la artista mexicana.
Kahlo no era muy prolífica y, dentro de su producción, hay pocos autorretratos, aunque suelen ser de sus cuadros más conocidos.
Además, añade, hay pocos donde Rivera también figura; dos de ellos pertenecen a la colección Gelman y nunca saldrán del país al estar la obra de la artista catalogada como Monumento Artístico.
“Si tú quieres un cuadro sobre la relación Diego-Frida probablemente es el único cuadro que vas a poder adquirir, porque no ha salido públicamente un autorretrato de Frida Kahlo en muchos años, en décadas”, expone Oles.
El mercado del arte también ha cambiado, hoy es común que los cuadros se vendan en 20, 30, 50 y 100 millones de dólares. Y el mercado, insiste el crítico, se rige por la ley de la oferta y la demanda: Kahlo es una pintora muy conocida en el plano internacional.
“Que un autorretrato de Kahlo valga eso es lógico porque es tan famoso; es más famosa ella o Basquiat o Picasso que Rothko, y eso es lo que cuestan esos artistas”.
Diego y yo fue pintado en 1949, en uno de los mejores periodos de la artista, que corresponden a las décadas de 1930 y 1940, cuando ella y Rivera habían vuelto a casarse, pero nunca fue una relación fácil de dos “intelectuales, dos personas muy apasionadas e intensas”.
“Una vez que tienes a Kahlo como esposa, ¿con quién puedes vivir? Todo el mundo te parece aburrido. Es igual para ella: una vez que tienes a Rivera como pareja, ¿cómo vas a vivir con otra persona?”, expone Oles.
Otras fuentes han referido que la artista pintó este autorretrato después de enterarse de un supuesto affaire del muralista con la actriz María Félix.
Ella se representa con Rivera en frente, y éste con un tercer ojo. Oles expone que en otro de sus cuadros, Autorretrato con mono (1940), propiedad de la cantante Madonna, se pintó con dos listones de su pelo que rodean su cuello y, en otro, de 1940, con un collar de espinas.
“Es un tema en varios de sus cuadros donde aparece como metáfora de estar atrapada o ahogándose”, explica Oles.
Pero Diego y yo es un retrato que, por su intensidad, “habla por sí mismo”. El cuadro de una “mujer moderna, mexicana” e imposible de pasar inadvertido.
“Nadie podría pasar frente a ese cuadro en un museo sin pararse a verlo; eso vale millones”, subraya Oles.
Al reverso del cuadro, procedente de una colección privada, Kahlo escribió una dedicatoria a la crítica y escritora Florence Arquin, amiga de la pareja: “Para Florence y Sam con el cariño de Frida. México, Junio de 1949”.
Con información de Reforma.