Cada 6 de enero se celebra el «Día de Reyes», una tradición que llegó a México en el Virreinato y cada año endulza la mesa de millones de hogares.
La Rosca de Reyes es un simbolismo delicioso que se usa para representar cuando Jose y Maria escondieron al Niño Jesús de El Rey Herodes, asimismo su forma ovalada representa el amor de Dios.
Aunque en México la conocemos de esta forma cubierta con frutos, en su interior resguarda la figura del Niño Dios, en otros países recibe otro nombre y es decorado de diferente manera. En Francia y Bélgica, se le llama “La gallete des rois”; “Lette de rois” en Canadá; “El roscón de reyes” en España o la “Rosca de Louisiana” de Estados Unidos.
En México la tradición indica que a quien le sale el niño Dios en la rosca, automáticamente se convierten en madrina o padrino del niño, su deber es llevarlo a bendecir a la iglesia el Día de la Candelaria, es decir el 2 de febrero y celebrar con tamales y atole.
Originalmente no llevaba ningún ingrediente extra al esponjoso y delicioso pan dulce, fue hasta el último tercio del siglo XX que comenzaron a preparar distintas variedades, con nata, crema de chocolate, rellenas con queso crema, incluso algunas con acitrón ingrediente que provienen de la biznaga, misma que se encuentra en peligro de extinción y por ello es importante no continuar con su consumo, entre muchas otras posibles y nuevas combinaciones como la nueva “roscaconcha”.
Lo único que se tiene que hacer para disfrutar de este tradicional y delicioso pan, es cortar tu propia rebanada y en caso de que en uno de tus cortes o mordida te salga el niño, tendrás que comprometerte para llegar con los tamales el día de la Candelaria, 2 de febrero.
Ya que en esa fecha se presenta a Jesús en el templo después de la cuarentena según la religión católica, sin embargo dicha celebración también se acercaba al día del nacimiento del sol en el calendario azteca, coincidiendo también con su temporada de fiesta, vida y cosecha.
De esta manera es como surge el sincretismo cultural, crece y toma forma esta tradición de que al comensal que le haya salido el Niño Dios, haga una fiesta compartiendo tamales con sus invitados, como lo hacían los aztecas cuando le rendían honor a Tláloc, agradeciendo por sus fructuosas cosechas.
Es por ello que en la ofrenda solían poner alimentos elaborados de lo que habían recolectado, así es como los tamales de distintos sabores y tamaños son el platillo principal en dicha celebración.
MariLu Meza / Sociales 3.0
