Presentará Irene Vallejo ‘El infinito en un junco’ en CDMX

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Ciudad de México, 29 de marzo de 2022.- “Cuanta más fe tengamos en las posibilidades de la comunicación y la conversación social, menos necesidad habrá de recurrir a la violencia para conseguir los propios objetivos en una lógica depredadora”, advierte la filóloga española Irene Vallejo.

“La democracia es un régimen que consiste en ese diálogo, y es una construcción frágil en todas partes: siempre está muy amenazada, y creo que debemos ser conscientes y en todos los actos de nuestra vida intentar apostar por el diálogo”.

De visita en México para presentar El infinito en un junco, un ensayo publicado por Siruela que relata la travesía del libro desde la antigüedad del papiro a la actualidad, convertido en un fenómeno editorial, la autora zaragozana ha arribado apenas la madrugada de este lunes, aunque, por la mañana, ya está de pie, verde el vestido -color planta de papiro- y verdes los ojos que recorren el gran ventanal frente al que se instala para esta entrevista en el hotel donde se hospeda.

Elogia el derroche de luz a través de los cristales.

“Pronto México dejará de ser un territorio imaginado, leído, soñado (por mí)”, escribió Vallejo el pasado 23 de marzo en Twitter.

Ahora, su primera visita al País, es una realidad, y aunque esta vez permanecerá solamente en la ciudad de México, espera en una próxima estancia conocer Monterrey y Guadalajara para emprender un recorrido sentimental por la literatura y escenarios de libros que le han marcado, confía.

“Una de las razones por las que mi hijo se llama Pedro es por el Pedro Páramo de Juan Rulfo. Y la idea de visitar Jalisco me atrae mucho porque es la tierra de Rulfo”, explica en entrevista Vallejo, filóloga clásica, pero no clásica filóloga, como ha dicho el escritor Daniel Samper.

En esta visita se reunirá con sus lectores en la UNAM y en el Tec de Monterrey Campus Santa Fe, muchos de ellos jóvenes que se han identificado con El infinito en un junco, ensayo libérrimo en el que la autora entrevera sus propias experiencias -de gozo y de zozobra- con la travesía del libro, sus 30 siglos de existencia y mutaciones.

Una suerte de homenaje escrito a quienes han protegido y resguardado este “objeto”, y a quienes lo han descifrado y amplificado en diversas lenguas: narradoras orales, bibliotecarios, traductores, libreras, vendedores ambulantes, maestres, sabios, espías, rebeldes, viajeros, impresores… y muchos olvidados, como el flagrante caso de la sacerdotisa acadia Enheduanna, la primera persona que firmó un texto y que esgrimió un yo narrativo, y que, a pesar de eso, palidece ante Homero o el poema de Gilgamesh, que son posteriores.

“Los libros hoy nos parecen un producto cotidiano, pero han tenido que recorrer un largo camino para llegar a serlo y hemos tenido que extraerlos de los círculos de privilegio para intentar que cada vez más gente tenga la posibilidad de asomarse a ellos”, destaca la escritora.

Y, al asomarse, encontrar temas comunes, como el acoso escolar que experimentó Vallejo en su infancia y que consideró fundamental decirlo a través de su infinito junco.

“Es un intento de reflexionar sobre esa violencia que se produce contra el que es diferente, como yo la viví, y creo que es uno de los graves problemas de la sociedad: esa violencia con quien en principio no encaja o se siente más vulnerable. Haber vivido eso me ayuda a conectar con esas inquietudes de una juventud que a veces se siente angustiada por el nivel de exigencia que supone incorporarse al mundo adulto, al trabajo, a la sociedad, y escuchar además tantos mensajes negativos. Yo intento siempre incentivar la creatividad como una forma de huir de la violencia

¿Hace falta hablar más desde la vulnerabilidad?

Estoy convencida de eso. La convicción de que todos somos frágiles, que puede parecer en principio una idea desalentadora, está en la base de la creación de las comunidades.

Ser conscientes de que somos frágiles es lo que nos hace entender la necesidad de una comunidad y de una red que nos proteja en los momentos propios de vulnerabilidad, pero también la necesidad de proteger a los demás cuando se encuentran en esta situación. No dejar a nadie abandonado para no ser abandonados nosotros.

Y Vallejo habla entonces de un “pacto social”.

“El pacto social implica que no tengamos la arrogancia de creer que podemos seguir adelante solos. Asumamos que somos frágiles todos nosotros y que esa fragilidad es la razón por la que somos más fuertes a través de la solidaridad, que en la soledad”, señala.

“Yo lo he vivido en persona, porque he tenido que cuidar mucho a lo largo de mi vida: primero a mi padre, luego a mi hijo en situaciones muy duras, y soy consciente de que en el momento en el que nació mi hijo con problemas de salud, mi sueño de dedicarme a la literatura hubiera terminado si no hubiera tenido el apoyo de la comunidad, de la sanidad pública que se encargó de mi hijo, que lo cuidó, que nos sacó adelante y que me permitió continuar con mi libro sin hipotecar mi futuro”.

Y llama a todos a protegerse los unos a los otros: “Cuanto más una sociedad entiende la necesidad del cuidado, menos violenta es”.

Además de diversas ediciones en países hispanohablantes, El infinito en un junco, que vio la luz en 2019, ha sido traducido a una treintena de idiomas, entre ellos finés, polaco, chino, albanés, serbio, lituano y danés, además de lenguas ibéricas como catalán, aragonés, euskera y gallego.

Y ha recibido al menos seis premios, como el Nacional de Ensayo de España “por ofrecer un viaje personal, erudito e instructivo por la historia del libro y de la cultura en el mundo antiguo, que transmite un sentimiento de colectividad en el que tanto la propia autora como quien la lee se reconocen”.

Asimismo, los premios Las Librerías Recomiendan, Búho de Aragón y de Novela Histórica Hislibris, todos de 2020, así como el galardón de la SEEC, Sociedad Española de Estudios Clásicos, por su labor en la difusión, promoción y defensa de los estudios clásicos.

Con información de Reforma.